viernes, 28 de noviembre de 2008

Poema Caballero de la Noche

La impresión que me das llena el vacío de mi corazón. Me desespero si no te siento.
¿Cómo olvidarte si vives dentro de mí?
Cierro los ojos y en el silencio de mi soledad escucho tu voz.

La semilla de mi espíritu va creciendo con la ternura de tus palabras,
cuando me dices te AMO mis venas sienten tu pasión y mi respiración se altera.

En mis mañanas te tengo presente, en mis tardes bulliciosas
también estás y en mis noches tranquilas se siente la realidad

¡Oh caballero de mi noche!

Todo se ilumina después de oír tus cándidas melodías, no conozco tu cuerpo, ni la luz de tu mirada,
ni la magia que envuelve tu existencia, ni la sonrisa acariciadora de tu ser, ni tus labios deseosos de amor.

Pero conozco tu dulce poesía, tu secreta tristeza y la música de tu alma, todo llega por tus dulces cánticos celestiales.

¡Tú mi caballero de la noche!

A ti voy como paloma encantada, deseo unir tu alma y la mía, también deseo fundir mi corazón en el tuyo,
y así expresar la pasión de este amor loco y puro, y culminar con alegres cantos al oído.

viernes, 14 de noviembre de 2008

el tigre

Clase: Mamíferos

Orden: Carnívoros

Familia: Félidos

 

 

Longitud cabeza y tronco: 2,28-2,95 m.

Longitud cola: 75-91 cm.

Altura en la cruz: 90 cm.

Peso: hasta 292 Kg.

Alimentación: desde jabalíes a búfalos.

Gestación: 105-113 días.

Camada: 1-6 cachorros.

Longevidad: 20 años

.

 

Adulto: El tigre es el mayor de los félidos vivientes y resulta inconfundible por el rayado negro o pardo negruzco de su piel. El color de fondo varía de amarillento o leonado y algunas veces blacuzco. Partes inferiores blancas. Las hembras son algo ,más pequeñas

.

 

Joven: Al nacer, las crías son ciegas, pesan de 1 a 1,5 Kg. y ya presentan el rayado característico. Abren los ojos a los 14 días y son amamantadas durante mes y medio.

 

Los grandes cazadores de Asia

 

Aunque en Asia nunca haya habido comparación con los ungulados de África, Asia tiene a los dos depredadores más grandes del mundo: el tigre y el león. Las famosas disputas entre tigres y leones nunca fue muy marcada ya que ambos cazadores explotan nichos ecológicos diferentes. El león prefiere los espacios abiertos, encontrándose su límite de vegetación cerrada en la estepa arbustiva, poblada de matorrales espinosos y árboles diseminados. Aquí justamente comienza el reino del tigre, que puede llegar hasta las verdaderas selvas y junglas si bien prefiere zonas boscosas salpicadas de claros. 

Entre los félidos, la diversificación de las especies resulta realmente asombrosa, desde los pequeños gatos presentes en todos los continentes y que actúan básicamente sobre los roedores, hasta los leones y los tigres, leopardos y jaguares predan sobre los animales más voluminosos, exceptuando los gigantes como los rinocerontes y los elefantes. El tigre generalmente caza solo; matan tanto los machos como las hembras, y actúan sobre presas tan como las cobradas por los leones. 

Las pequeñas diferencias anatómicas básicas entre tigres y leones y las grandes diferencias superficiales, como el color, la presencia o ausencia de melena, así como las marcadísimas distancias en el comportamiento social y predador, vienen dadas seguramente por la especialización de los dos monarcas de los animales en la explotación de distintos nichos ecológicos. 

En definitiva, podemos afirmar que el león es dorado y social porque vive y caza en las llanuras abiertas; el tigre ostenta su bella capa rayada y prefiere la vida solitaria porque actúa en espacios más o menos cubiertos. Pero  las diferencias no son tan profundas, y estos félidos pueden cruzarse en cautividad trayendo al mundo mezclas híbridas.    

Invasores siberianos

    Las selvas cálidas de la India son consideradas por casi todo el mundo como el imperio del tigre. La literatura cinegética y las hazañas de los famosos devoradores de hombres sitúan casi siempre al gran félido dentro de los límites de la nación hindú. Pero lo cierto es que los pobladores prehistóricos de la península indostánica pudieron vagar tranquilamente por las junglas sin la menor posibilidad de tropezarse con el tigre. Incluso los posteriores colonizadores neolíticos, conocedores ya de la agricultura y el pastoreo, se extendieron por la nación asiática sin ver un solo tigre. La razón esta clara: este predador es originario del norte de Siberia, donde, según los paleozoólogos, apareció al principio del Pleistoceno, cuando el clima siberiano era benigno, los bosques inmensos y poblados de una gran variedad y densidad de ungulados. 

    Los cambios climáticos del periodo glacial determinaron, en primer lugar, la adaptación al frío de los tigres que todavía viven en Siberia, de tal manera que estos son más grandes que el resto, de hasta 3 metros y medio de longitud y un peso de 300 kilos, con un vello abundante, de color claro y escasamente rayado.

    Otro cambio fue la irradiación del tigre hacia el sur, en dos olas divergentes que contornearon el himalaya y las estepas y desiertos del centro de Asia. La ola que se dirigió al oeste alcanzó las estribaciones orientales del Caucaso, desde donde descendió a Persia y Afganistán. La rama oriental avanzó en dirección este por Manchuria, llegando hacia al sur de Corea, China e Indochina. Esta ruta de expansión del tigre fue la más exitosa porque, virando después hacia el oeste, penetró en la India, a través de Malasia y Birmania, para alcanzar en la península indostánica su verdadero emporio y la región donde actualmente se da una mayor  densidad.

    Lógicamente, en tan largo periplo, que no se llevó a cabo como una migración a corto plazo, sino como un lento y tenaz proceso de expansión, el tigre se fue adaptando a las distintas regiones que conquistaba, dando lugar a diferentes tallas, formas y colores que han permitido al zoólogos distinguir al menos 8 razas de tigres, desde los gigantescos tigres peludos de Siberia hasta los pequeños y oscuros tigres de la isla de Bali, pasando por los de Mongolia, Persia, India, China, Sumatra y Java. 

    Los tigres isleños son más pequeños que los continentales, y los que habitan en zonas muy cerradas y cálidas más oscuros que las poblaciones norteñas o de mesetas y montañas. El color del tigre ostenta un fondo que va desde el crema pálido de los tigres siberianos al rojizo amarillento de los isleños. Las rayas oscuros, siempre asimétricas, varían mucho en intensidad y profusión entre unas y otras razas e incluso entre los mismos individuos. Los menos rayados son los tigres norteños. Los más abigarrados los de las islas del sur. Resultan una excepción cromática los tigres blancos de la India, relativamente comunes en el principado de Rewa. Estos hermosos animales presentan un fondo blanco cremoso con rayas grisáceas o de color carbón. Y no pueden considerarse albinos porque sus ojos son de un hermoso azul verdoso. Parece que se trata de una variedad muy clara.

    Los tigre indios pueden considerarse como típicos. Los machos adultos miden unos 90 centímetros de altura. Raramente exceden de los 3 metros de longitud, con una media de 2 metros con 75 centímetros. El peso medio de los machos oscila entre los doscientos veinticinco y los doscientos setenta y cinco kilos. Las hembras, considerablemente más ligeras, sólo en casos excepcionales sobrepasan los dos metros setenta centímetros de longitud.  

 




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leones


Ficha rápida
Donde viveÁfrica y Asia. EL león asiático se ha convertido recientemente en un animal en peligro de extinción.
AlimentaciónZebras, gacelas, antílopes, girafas...
CostumbresSon animales muy familiares que viven en grupos de desde 3 hasta 40 animales.
CaracterísticasLas leonas tienen un papel clave y una manada normalmente todas las leonas tienen relación familiar entre sí (madres, hijas, abuelas, hermanas....)
 


De toda la familia de gatos, el león siempre ha sido considerado por el hombre como el Rey de los animales. Admirado por su nobleza, lealtad, habilidades, fuerza y valentía a lo largo de la historia, se han encontrado dibujos de leones realizados por hombres hace más de 15.000 años.

No obstante, el león es solo el segundo más grande de los felinos (el más grande es el tigre) y tampoco es el más rápido. Los leones machos en su hábitat natural pueden llegar a medir hasta 3 metros, incluyendo su cola, y las leonas un poco menos. Pesan entre 150 y 225 kilos y viven entre 15 y 20 de años.

A pesar de su fama de animal feroz, los leones se muestran muy sociables dentro de su manada. Siempre hay más leonas que leones en una manada que puede tener desde 3 hasta 40 animales.

Son las leonas que hacen la mayor parte de la caza y que cuidan a los cachorros y les enseñan a cazar.cachorro leonAdemás suelen parir sus cachorros al mismo tiempo (normalmente de 3 a 4 cachorros por leona) y se ayudan entre ellas con la crianza de los pequeños. Siempre hay mucho más hembras que machos en una manada. Cuando un macho se convierte en líder de su grupo, es frecuente que lo primero que haga es matar a todos los cachorros, para eliminar la herencia de su predecesor y asegurarse de que todos los futuros cachorros tengan sus genes.

El papel más importante de los machos en una manada de leones es defender el territorio.

LeonesEl rugido de un león se puede escuchar a una distancia de hasta 8 kilómetros, y está diseñado para advertir a posibles intrusos y para llamar a miembros de su manada para que vuelvan al grupo.

También se utiliza para comunicarse con otras manadas de leones que viven en el vecindario.

 

A pesar de su buena fama como cazador, el león es relativamente torpe y solo logra cazar su objetivo en un 20-30% de sus intentos. Cazan en equipo y, si no logran alcanzar nada, no tienen inconveniente en apoderarse de los restos de un animal cazado por otro especie. Por eso se les llaman "oportunistas". Después de la caza, los leones suelen comer primero, luego las leonas (muchas veces con peleas entre ellas) y por último, los cachorros.

Los leones que viven en África se consideran animales en peligro y los pocos que sobreviven en Asia se considera especie en peligro de extinción.

 

En este vídeo se pueden ver 3 leones jovenes persiguiendo a un búfalo.


 

 

Leones



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jueves, 13 de noviembre de 2008

ballenas francas: unas en extincion , otras reproduciendose

A lo largo de la costa de América del Norte sólo sobreviven unos cuantos centenares de estos gigantes, pero su población está creciendo en los mares australes.

Ballenas francas: unas en extinción, otras reproduciéndose [Artículos] National Geographic
Hace un siglo sólo unos cuantos centenares de ballenas francas sobrevivían en el hemisferio sur. Pero las protecciones internacionales han funcionado, y el futuro de estos cetáceos, afirma Scott Baker, biólogo de la Universidad del Estado de Oregon, "pinta bien"
Foto de Brian Skerry

Se zambullen a una profundidad de 180 metros, rozan sus cabezas a lo largo del lecho marino con los protuberantes parches seudoverrugosos de piel, a veces nadan en una posición invertida, enormes como galeones a medio hundir. Apasionadas y conteniendo la respiración se desplazan por la fría y absoluta oscuridad mientras las grandes mareas se agitan sobre la Tierra. Luego, abren sus cavernosas fauces para que las corrientes arrastren comida directamente hacia ellas. Esa es una de las formas en que las ballenas francas glaciales, también llamadas del Atlántico Norte, se alimentan en la Bahía de Fundy, entre Maine, New Brunswick y Nueva Escocia. O al menos es lo que creen los expertos, tras observar ejemplares que pesan de 40 a 70 toneladas emerger con fango sobre la cabeza. Pero atención, afirman que eso podría deberse a alguna otra actividad, una que todavía no podemos imaginar.

La ciencia llama a estos animales Eubalaena glacialis, "la buena o la verdadera ballena de los hielos". El nombre común que les dieron los balleneros esconde una burda ironía: las consideraban ballenas "francas" por ser las más fáciles de cazar. Estos cetáceos aficionados a las aguas costeras poco profundas, pasaban cerca de los puertos, nadaban lentamente y a menudo permanecían en la superficie. Esas características las hacían presa fácil de los arpones; además, una vez muertas tendían a flotar, gracias a su capa de grasa excepcionalmente gruesa, que los balleneros convertían luego en aceite. Los primeros de los grandes cetáceos que se cazaron comercialmente, las glaciales, alimentaron las lámparas del Viejo Mundo más o menos desde la Alta Edad Media hasta el Renacimiento. Para el siglo XVI los europeos habían acabado con la población del Atlántico Norte oriental y se dirigieron a las costas de América del Norte. Allí los balleneros montaron puestos de operación en la península del Labrador y cazaron de 25 000 a 40 000 ballenas de cabeza arqueada junto con una cantidad desconocida de ballenas francas (los registros rara vez distinguen entre esos dos titanes de aspecto tan similar). Para la época en que la gente de Nueva Inglaterra entró al negocio de la matanza de ballenas francas, lo que cazaban eran las sobras. Aún así mataron aproximadamente otros 5 000 ejemplares; en parte, porque las ballenas se volvieron más valiosas por sus barbas que por el aceite. Estas son en realidad centenares de tiras de un material resistente y flexible, cada una de dos a tres metros de largo y dispuestas con gran precisión como una cortina que cuelga de la quijada superior. Forman un descomunal colador que permite a esos gigantes filtrar los diminutos crustáceos que hay en el agua para alimentarse: 1 000 millones de minúsculos copépodos proporcionan las 400 000 calorías mínimas que necesita una ballena adulta (la proporción entre la masa corporal de una ballena con respecto a la de su presa es de 50 000 millones a uno). Sin embargo, la gente de sociedad pensaba que las barbas servían mejor para corsés, varillas para los vestidos de moda, bastidores para paraguas y látigos.

A principios del siglo XX, la cantidad de ballenas que quedaba de esta especie se contaba por docenas. La caza comercial con arpones no se prohibió sino hasta 1935.

En la actualidad existen aproximadamente de 350 a 400 ballenas francas del Atlántico Norte. Las sobrevivientes emigran a lo largo de la costa este de América del Norte entre las áreas donde abunda la comida en el Golfo de Maine y los sitios donde suelen pasar los meses del invierno hacia el Sur; las hembras preñadas emprenden una travesía de alrededor de 2 200 kilómetros, hasta las áreas donde tradicionalmente van a parir cerca de las costas de Georgia y Florida. Se desplazan por un tramo del océano demasiado urbanizado.

Un equipo de investigación del acuario de Boston, de Nueva Inglaterra, pasa el verano en Lubec, Maine, donde estudia a las ballenas que se reúnen para alimentarse y socializar en la Bahía de Fundy y en la próxima Cuenca Roseway, cerca de la punta sur de Nueva Escocia. Los científicos, que han integrado un archivo de casi 390 000 fotografías, pueden reconocer a casi todas las ballenas de la población por el inconfundible patrón de sus callosidades, junto con las cicatrices y otras irregularidades y, cada vez más, con muestras de ADN.

Una de sus favoritas es la 2 223, vista por vez primera en esas aguas en 1992. Era una cría, y le gustaba tanto retozar alrededor de las embarcaciones que la llamaron Calvin, por el personaje de la tira cómica Calvin & Hobbes. Ese mismo año, un pescador avisó que un ballenato daba vueltas en torno a su madre moribunda; cuando el equipo recuperó el cuerpo de la hembra, la identificaron como el número 1 223, Dalila, la madre de Calvin. El cuerpo reveló que sus tejidos habían sido aplastados por un fuerte choque, probablemente con un buque carguero.
Las perspectivas del ballenato de ocho meses eran sombrías, ya que debería haberse amamantado con la tibia y nutritiva leche de 
Dalila durante varios meses más.

En julio de 1993, cuando los investigadores estudiaban minuciosamente fotografías recién tomadas de la bahía descubrieron imágenes que parecían corresponder a Calvin cuando era una cría. ¡Sí! De alguna manera, el huérfano había logrado sobrevivir. El ADN de una muestra de piel tomada en 1994 demostró que el curioso y fuerte Calvin de hecho era una hembra. Al año siguiente se obtuvo el primer informe de que Calvin se había integrado a un Grupo de Actividad en Superficie, SAG por sus siglas en inglés, en el que hembras y machos se mezclan salpicándose, dándose empujones, girando o acariciándose en señal de cortejo. Aunque no alcanzaría la madurez sexual sino hasta los 10 años de edad, a los semiadultos de su edad parece atraerles el alboroto del grupo y llegan a practicar conductas que pronto podrán influir en el éxito de su reproducción. Las hembras prolíficas adultas son el segmento más valioso de la población. Estas ascienden a menos de un centenar. Calvinparecía estar a punto de agregar una más a sus filas.

Durante tres años consecutivos, los investigadores calcularon el grosor de la capa de grasa de este cetáceo mediante ultrasonido. Los investigadores hallaron que Calvin crecía satisfactoriamente regordeta, un excelente indicador de su salud.

En el verano de 2000, Calvin estaba una vez más en la Bahía de Fundy; pero en esa ocasión se enredó en unos aparejos de pesca. Arrastraba en su estela sedales irrompibles de polyblend que rodeaban su cuerpo y se enterraban en su piel, frenándola. Luego, perdieron de vista a la joven hembra.

En un año normal se encuentran de dos a seis ballenas muertas; al menos la mitad de ellas perecen por golpes contra embarcaciones o enredadas. Otros animales simplemente desaparecen. Como más de las tres cuartas partes de las ballenas francas del Atlántico Norte presentan cicatrices por haberse topado con aparejos de pesca, los científicos se preguntan: ¿Cuántas de las que han desaparecido son lastradas por sedales, redes o trampas para cangrejos y langostas durante meses o incluso años, con las reservas de grasa que les permitían mantenerse a flote consumiéndose conforme pasan hambre, luchando más duro para llegar a la superficie con cada respiración, hasta que finalmente se rinden ante el dolor y el agotamiento, y se hunden?

Los meses pasaron lentamente. Alguien, por fin, divisó a Calvin en la bahía de Cape Cod durante su entorpecido viaje de vuelta al Sur. Un equipo de la cercana Provincetown, Massachusetts, se apresuró al lugar para liberarla e hizo dos intentos de cortar sus ataduras. No pudieron con todas, pero cuando fue vista en el 2001 ya se había liberado de las restantes.

Transcurrieron tres años, y Calvin aparecía ocasionalmente; pero no en los sitios predilectos de verano que frecuentaba. ¿La traumática experiencia la había lanzado por una espiral descendente? A finales de diciembre de 2004, cerca de la costa de Carolina del Norte, fue vista con un flamante ballenato. Siete meses después, en 2005, ambos estaban en la Bahía de Fundy, a donde Dalila había llevado a Calvin cuando era una cría.

El corredor por el que viajan Calvin y otras ballenas francas se congestiona cada vez más con las actividades pesqueras y las transitadas rutas de navegación. Columnas de contaminantes fluyen de las desembocaduras de los ríos, y el estrépito submarino provocado por el tráfico en la superficie probablemente dificulte cada vez más que las ballenas se comuniquen entre sí y se sigan unas a otras. Aunque no son tan visibles como las heridas causadas por las proas de las embarcaciones y las hojas de las hélices o por los aparejos de pesca enmarañados alrededor de sus cuerpos, las sustancias químicas y la contaminación acústica poco a poco hacen mella en la salud de los cetáceos.

Durante la década de los ochenta la cantidad de ballenatos nacidos al año fue de aproximadamente 12. El total cayó a plomo dos veces en la década siguiente, hasta que un único ballenato apareció en 2000. Desde entonces, el promedio ha aumentado a más de 20 ballenatos al año. Sin embargo, eso sigue estando 30 % por debajo del porcentaje potencial de reproducción de las ballenas.

Una mañana de agosto de 2006 me reuní con Scott Kraus, el vicepresidente de investigación del Acuario de Nueva Inglaterra, y con Rosalind Rolland, veterinaria y experimentada científica del acuario, en una misión poco convencional en la Bahía de Fundy. Rolland se encaminó a la proa. A su lado iba Fargo, el primer perro rastreador del mundo capaz de olfatear el excremento de ballenas.

Fargo empezó a caminar de babor a estribor, resoplando con las fosas nasales. Rolland centró su atención en la cola del rottweiler. Si empezaba a moverla, significaba que había encontrado un rastro, y podía hacerlo a dos kilómetros de distancia. ¡Sí! "A estribor –Rolland avisó a Kraus–. Un poco más. No, muy lejos. Vuelve a babor. Perfecto. Ya lo encontró otra vez". Todo lo que veía eran algas marinas amontonadas. De pronto, el perro se sentó y miró fijamente a Rolland llamando su atención. Nos detuvimos, y del vasto horizonte del océano surgió un único trozo de excremento de ballena.

Kraus agarró la red con extensión, la metió en el agua y sacó la olorosa masa informe. Uno podría pensar que había atrapado un pez fabuloso. "Al principio, la gente no lo cree. Luego vienen las inevitables bromas. Pero en realidad, esto es parte del mejor trabajo científico que hemos hecho", afirma el hombre que ha dirigido la investigación de la ballena franca durante tres decenios.

Con la tecnología actual, el ADN de las células intestinales que se han desprendido en una muestra de excremento puede identificar al ejemplar que la produjo. Los residuos de las hormonas indican a Rolland cuáles son las condiciones generales de la ballena –¿Está en edad reproductiva?, ¿preñada?, ¿lactando?–, sus niveles de estrés y la presencia de parásitos.

Pese a su número, la ballena del Atlántico Norte quizá no sea la más escasa entre los grandes cetáceos. Quizá no haya más que algunos centenares de ballenas francas del Pacífico Norte, Eubalaena japonica, que eran arponeadas ilegalmente por balleneros soviéticos aún en la década de los sesenta. Pero en el otro lado del Ecuador, la ballena franca austral, Eubalaena australis, ha repuntado de unos centenares en el siglo xix a 10 000 ejemplares mínimo y ellas ofrecen una visión de cómo podría ser un futuro más seguro para las otras dos especies.

Después de alimentarse en las aguas repletas de plancton alrededor de la Antártida, las diversas poblaciones de Eubalaena australis emigran a las áreas invernales cerca de Argentina, el sur de África, el sur y el oriente de Australia y la subantártica Nueva Zelanda. La especie ha aumentado a un ritmo de hasta 7 % anual. Eso se aproxima al máximo posible para ballenas que requieren un año completo para la preñez, dedican uno a la crianza y otro más para engordar y, por consiguiente, pueden producir una cría cada tres años.

En julio de 2007, Rolland, Kraus y yo nos unimos a un equipo con destino a las Islas Auckland, aproximadamente a unos 500 kilómetros al sur de Nueva Zelanda atravesando una de las áreas más tempestuosas del planeta, para realizar un censo y trabajo de ADN. Cuando nuestro velero de 25 metros, Evohe, se deslizó a una bahía protegida entre las islas, no había nada brillando sobre la cubierta salvo el sol.

Las ballenas francas curiosas investigaron al Evohe por horas, mientras unos pingüinos de ojos amarillos brincaban a su lado como si saltaran piedras. Las fuertes exhalaciones e inhalaciones de las ballenas anulaban los sonidos de las olas y los chillidos de las aves marinas, así como el maullido de los leones marinos jóvenes de Nueva Zelanda que estaban en tierra. Más ballenas se movían de un lado para otro y saltaban fuera del agua tan lejos como podíamos ver. Eran más grandes que las ballenas francas del Atlántico Norte. Más de una de cada 10 presentaban patrones pintos y mostraban metros de suave piel blanca. ¿Una época pasada? Eso empezaba a parecerse más a los albores de la creación. Rolland y Kraus, quienes nunca antes habían visto una ballena franca austral, no cabían en sí de la emoción.

"¡Están impecables! No presentan ninguna marca".

Durante las siguientes tres semanas, centenares de ellas llegaron una tras otra para parir y amamantar a pálidas crías y agitar las aguas en Grupos Activos en Superficie y competir por una pareja antes de dirigirse de nuevo al mar abierto. El viento soplaba en todas direcciones, era pleno invierno en el hemisferio sur, y las laderas se cubrían de nieve. Los investigadores se las arreglaban surcando las olas en un esquife para tomar fotografías de identificación y recolectar muestras de piel con pequeños dardos de punta hueca, para que pudieran definir con mayor detalle la estructura genética de esa población que se recuperaba. Glenn Dunshea, del Center for Applied Marine Mammal Science de Australia, se interesó en los telómeros; se trata de secuencias de ADN en las puntas de los cromosomas que paulatinamente se acortan a lo largo de la vida de un animal. Al estudiarlos en las ballenas francas, que pueden vivir casi 100 años (sus cercanas congéneres, las ballenas de cabeza arqueada, pueden llegar a los 200), Dunshea espera descubrir más sobre la función de los telómeros en el proceso de envejecimiento. ¿No sería una lección de humildad que el mapa para la legendaria fuente de la juventud estuviera escondido en criaturas a las que casi hemos exterminado?

Proteger la vida silvestre, hasta en los lugares más remotos del planeta, cada vez se está volviendo más difícil.

Las ballenas francas australes florecen por ahora, pero conservarlas de esa manera exigirá una mejor protección de las áreas invernales de importancia fundamental y de las rutas migratorias. Los aparejos de pesca ahogan tantas aves marinas en las lejanas aguas australes que varios tipos de albatros están en graves problemas. En tanto las pesquerías y las poblaciones de ballenas se expandan, los conflictos con las ballenas no pueden estar lejos.

En cuanto a las ballenas francas del Atlántico Norte, la pesca comercial y el transporte marino son industrias gigantescas y vitales; y modificar sus operaciones a lo largo de toda la costa este para proteger a unos centenares de gigantes no será fácil ni barato. Sin embargo, según los modelos de los científicos, tan sólo con evitar que maten a dos hembras sexualmente maduras al año cambiaría la tendencia de esta especie amenazada, de descendente o inalterable a ascendente.

Planteado de esa manera, el problema no parece tan difícil de resolver. Una red de vigilancia aérea y náutica a la que se suma un equipo de voluntarios que no les quitarían el ojo a esos cetáceos están listos para ayudar.

El equipo de voluntarios incluye desde vagabundos de playa que caminan a paso rápido, hasta gente que se reúne para el café matutino y luego manejan de un punto de observación a otro, y residentes que vigilan desde las ventanas de sus condominios.

Y algunos otros rastreadores de ballenas remontan el vuelo. George Terwilliger, piloto voluntario, transportó a los científicos que vieron a madres y ballenatos en Georgia Bight en 1984; antes de esa fecha, nadie sabía a dónde iban a parir las últimas ballenas francas del Atlántico Norte. Terwilliger aún vuela de dos a tres veces por semana, pilotea una aeronave Air Cam especialmente diseñada para reconocimiento y fotografía a baja velocidad.

Ya sea que una ballena que emerge sea vista desde la playa, un techo o el cielo, la información se transmite enseguida por teléfono mediante una línea directa al Sistema de Alarma Rápida, que la envía a los navegantes comerciales y militares. Cuando los operadores de barcos comerciales de más de 300 toneladas métricas entran directamente en los hábitats de las ballenas, deben notificar a un Sistema de Información Obligatoria de los Barcos, que automáticamente proporciona datos sobre recientes avistamientos.

Es una estrategia que dista de ser perfecta. Los capitanes de las embarcaciones no están obligados a reducir la marcha si no quieren hacerlo. Pero nada parece desalentar al entusiasmo de los voluntarios.

De pie sobre el paseo marítimo entarimado de un conjunto habitacional en Florida, protegido por verjas, con los binoculares a la mano, Donna McCutchan afirma: "la mayoría de la gente en este conjunto era como yo. No tenía idea de que las ballenas invernan aquí. Ahora todo mundo está informado y sabe a dónde llamar si ve alguna". La misma McCutchan no había visto una ballena durante semanas. A ella no le molestaba esperar, comenta. "En una ocasión pude ver a una hembra girar sobre su espalda y unos delfines mulares empezaron a saltar sobre ella. Las ballenas son adictivas. Una vez que las has mirado, no quieres dejar de verlas. Nunca".



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LA LLAMA

La LLAMA (Lama glama) es bastante grande. Puede alcanzar una altura en la cruz de 119 cm y un peso de hasta 155 kg. Posee callosidades en el pecho y su color, muy variado, a menudo es muy claro y totalmente blanco pero nunca llega a ser oscuro.

No se conoce demasiado bien la organización social de la llama, ya que no existen poblaciones salvajes y es difícil llevar a cabo estudios del comportamiento en los rebaños que forman parte de una ganadería intensiva. Aún así, se considera que la llama sería en otros tiempos territorial y que viviría agrupada en harenes.

La distribución de la llama está limitada a las altiplanicies andinas. Sin duda, esta característica ha estado determinada por la actividada humana. El 70% de las llamas vive en Bolivia, pero es posible encontrarlas desde las regiones altas de Ecuador hasta el noroeste de Argentina, con una mayor concentración en un radio de norte a sur de 350 km alrededor del lago Titicaca, en la frontera entre Bolivia y Perú.

Acostumbradas a medios de altitud fríos y secos, las llamas se adaptan mal a los lugares situados fuera de su país de origen. Los numerosos intentos de introducirlas en distintos países han fracasado debido a las condiciones de humedad de los países templados y a las enfermedades; sin embargo, hoy en día es bastante habitual verlas en los zoológicos. En Estados Unidos, la población de llamas aumenta y sus propietarios las crían para aprovechar la lana, pero también como animal de compañía. La llama es en efecto muy dócil; pero es necesario conocer sus sistemas de defensa. Uno de los más espectaculares consiste en lanzar un esputo nauseabundo y ácido compuesto por sustancias digeridas parcialmente por el estómago. El agresor así bañado puede aún considerar que ha tenido suerte si no le ha entrado nada en los ojos.

En lo que refiere a su alimentación, la especie muestra preferencia por los pastos más bien secos de las laderas montañosas y por las partes gruesas de las plantas. La llama posee el área más extensa (dentro de los camélidos americanos) después del guanaco, lo que sin duda se debe a la austeridad de su alimentación.

La llama es un animal influyente en las comunidades de vida de altura, más que todo por el efecto de sus excrementos que favorecen el crecimiento de plantas nitrófilas, vale decir, aquellas que se multiplican en los suelos con exceso de amoníaco y nitrato. Las deposiciones, además de servir de abono, se utilizan también, en las zonas donde escasea la madera, como combustible.

Agosto y setiembre son los meses de celo y entonces los machos luchan por lograr la supremacía en la dirección del hato o por la posesión de varias hembras. Entre 348 y 368 días después de la cópula, nace un solo hijo. Al nacer, la cría pesa entre 8 kg y 16 kg.

Los europeos del siglo XVI la encontraron, ya domesticada, como medio de transporte de los nativos para llevar los lingotes de plata de Potosí, donde se usaban hasta 300.000 animales. La utilización de las llamas como bestia de carga también hicieron posibles las transacciones comerciales, la expansión militar, la construcción de templos y la explotación de minas de oro y de plata.

La llama era también el símbolo del poder soberano. El Inca recibía como regalo la napa, una llama blanca recubierta de una prenda escarlata, y adornada con zarcillos de oro y un collar de conchas rojas. Con motivo de las cuatro grandes fiestas incaicas, que se celebraban en los solsticios y los equinoccios, miles de llamas blancas eran sacrificadas al dios Sol. Una característica significativa de la importancia de la llama para esta civilización consiste en que los límites del imperio coincidían con los límites de la extensión de las llamas.

Progresivamente, el desarrollo de las infraestructuras viarias y ferroviarias destituyó a la llama de sus funciones. Aún así, las dos especies domésticas (la alpaca y la llama) siguen desempeñando un papel importante en la economía de subsistencia de los pueblos remotos de los Andes. En estas zonas, se crían por la lana, la carne y la piel.

Se han descrito dos razas de llama: la chaku, la más corriente, con la lana bastante larga y la ccara, de pelaje muy corto.

Los cruces entre llama y vicuña efectuados en el sur de Perú han producido híbridos con el tamaño de la llama o de la alpaca y el color rojizo de la vicuña. También se puede cruzar con el guanaco y producir híbridos fértiles llamados guacollamas.

La llama, el camélido sudamericano más robusto, presta los mismos servicios que el asno en Europa. Animal de transporte ideal en esta red de senderos rocosos y abruptos, garantiza la conexión entre las diferentes zonas de los andes. Las cargas equilibradas directamente sobre el lomo, suelen ser de productos locales, objeto de trueque en los mercados de los alrededores. Un buen guía puede conducir una caravana de 15 a 20 bestias, con una tonelada de mercancías. Para marcar los rebaños, se decoran las orejas de la llama con pompones coloreados de lana.


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LA JIRAFA

La JIRAFA se caracteriza por la extraordinaria longitud de su cuello, por sus altas patas y por presentar la línea del dorso muy inclinada. Esa longitud del cuello y la altura de las patas hacen de la jirafa el más alto y también, proporcionalmente, el más corto de todos los mamíferos.

Actualmente la jirafa tiene un área de dispersión geográfica muy fragmentaria, encontrándose en algunas regiones al sur del Sahara, desde Nubia hasta el río Orange, al Este, y hasta Nigeria y Angola al Oeste.

En estos lugares habita las estepas en las que haya árboles y matorrales, y casi nunca se la encuentra en lugares montañosos. Suele vivir en rebaños de diez a quince individuos, pero allí donde tiene la seguridad de poderse defender de sus enemigos se reúne en grupos mucho más numerosos. Estos rumiantes, por lo general caminan con paso tranquilo y majestuoso, y al mismo tiempo con mucha gracia, porque mueven a la par las dos patas del mismo lado; en cambio en la carrera pierden toda su elegancia. Cuando huye, la jirafa coloca la cola sobre el lomo.

Cuando quiere acostarse, empieza por apoyarse sobre la flexible articulación de las patas delanteras, luego recoge y dobla las posteriores y, por último, se apoya en el suelo con el pecho, tal como lo hace el camello. Su sueño es ligerísimo y dura poco; puede estar varios días sin dormir, o, como máximo, descansa de pie.

Debido a sus caracteres físicos, la jirafa es un animal poco apto para pastar la hierba; en cambio alcanza con la mayor facilidad, las hojas de los árboles: para ello se vale de la lengua, extremadamente movible y con la que logra atrapar hasta las cosas más diminutas.

Las jirafas se alimentan principalmente de ramas, hojas y yemas de mimosa, aunque también les gustan las hojas de las plantas trepadoras que, en gran número, cubren los árboles de los bosques africanos. Cuando se nutre con alimentos frescos y jugosos puede permanecer mucho tiempo sin agua, pero en las épocas de sequía recorre varios kilómetros para abrevar en las lagunas pantanosas o en las charcas.

En cuanto a la reproducción de estos animales, las observaciones hechas en distintos parques zoológicos demuestran que el apareamiento se produce en marzo o a principios de abril, y el parto en mayo o junio del año siguiente, es decir, tras una gestación que oscila entre 420 y 450 días. Cuando el pequeño viene al mundo, permanece inmóvil durante un minuto, aproximadamente, y luego comienza a respirar; al cabo de media hora intenta levantarse y poco después se acerca, dando traspiés, a la madre. A las diez horas del nacimiento corre ya por todas partes.

Es muy extraña la postura de la jirafa cuando bebe o quiere atrapar algo del suelo. Normalmente separa las patas delanteras y baja la parte anterior del cuerpo, lo que permite a su largo cuello llegar hasta el suelo.


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LA JIRAFA

La JIRAFA se caracteriza por la extraordinaria longitud de su cuello, por sus altas patas y por presentar la línea del dorso muy inclinada. Esa longitud del cuello y la altura de las patas hacen de la jirafa el más alto y también, proporcionalmente, el más corto de todos los mamíferos.

Actualmente la jirafa tiene un área de dispersión geográfica muy fragmentaria, encontrándose en algunas regiones al sur del Sahara, desde Nubia hasta el río Orange, al Este, y hasta Nigeria y Angola al Oeste.

En estos lugares habita las estepas en las que haya árboles y matorrales, y casi nunca se la encuentra en lugares montañosos. Suele vivir en rebaños de diez a quince individuos, pero allí donde tiene la seguridad de poderse defender de sus enemigos se reúne en grupos mucho más numerosos. Estos rumiantes, por lo general caminan con paso tranquilo y majestuoso, y al mismo tiempo con mucha gracia, porque mueven a la par las dos patas del mismo lado; en cambio en la carrera pierden toda su elegancia. Cuando huye, la jirafa coloca la cola sobre el lomo.

Cuando quiere acostarse, empieza por apoyarse sobre la flexible articulación de las patas delanteras, luego recoge y dobla las posteriores y, por último, se apoya en el suelo con el pecho, tal como lo hace el camello. Su sueño es ligerísimo y dura poco; puede estar varios días sin dormir, o, como máximo, descansa de pie.

Debido a sus caracteres físicos, la jirafa es un animal poco apto para pastar la hierba; en cambio alcanza con la mayor facilidad, las hojas de los árboles: para ello se vale de la lengua, extremadamente movible y con la que logra atrapar hasta las cosas más diminutas.

Las jirafas se alimentan principalmente de ramas, hojas y yemas de mimosa, aunque también les gustan las hojas de las plantas trepadoras que, en gran número, cubren los árboles de los bosques africanos. Cuando se nutre con alimentos frescos y jugosos puede permanecer mucho tiempo sin agua, pero en las épocas de sequía recorre varios kilómetros para abrevar en las lagunas pantanosas o en las charcas.

En cuanto a la reproducción de estos animales, las observaciones hechas en distintos parques zoológicos demuestran que el apareamiento se produce en marzo o a principios de abril, y el parto en mayo o junio del año siguiente, es decir, tras una gestación que oscila entre 420 y 450 días. Cuando el pequeño viene al mundo, permanece inmóvil durante un minuto, aproximadamente, y luego comienza a respirar; al cabo de media hora intenta levantarse y poco después se acerca, dando traspiés, a la madre. A las diez horas del nacimiento corre ya por todas partes.

Es muy extraña la postura de la jirafa cuando bebe o quiere atrapar algo del suelo. Normalmente separa las patas delanteras y baja la parte anterior del cuerpo, lo que permite a su largo cuello llegar hasta el suelo.


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EL KOALA

El KOALA (Phascolarctos cinereus) presenta pies de cinco dedos, prensiles en el verdadero sentido de la palabra. En las patas delanteras, los dos dedos internos son oponibles a los otros tres; en las posteriores el pulgar, grande y desprovisto de uña, es también oponible. Los dedos restantes están armados de uñas afiladas, largas y curvas, que le permiten trepar. Por lo que se refiere a la dentadura, destacan los dientes incisivos superiores, bastante desiguales; los caninos, minúsculos, y los molares, llenos de tubérculos.

El singular aspecto de este marsupial se debe, sobre todo, a su gran cabeza, en la que se destacan las orejas, pequeñas, cubiertas de pelos larguísimos y muy divergentes una de otra; los ojos vivos y el hocico, ancho y chato. El pelaje, muy largo y casi rizado, es espeso, pero blando, fino y lanoso al propio tiempo. La cara aparece desnuda a lo largo del tabique nasal y desde el hocico hasta los ojos.

Vive en los árboles más altos, y se mueve con tal lentitud que se le ha dado el nombre de "perezoso australiano". Cuando la carencia de alimento le obliga a bajar al suelo, anda muy despacio, con una parsimonia asombrosa. De hábitos seminocturnos, pasa las horas calurosas del mediodía durmiendo entre las hojas de los eucaliptos que constituyen su medio preferido. Al atardecer se dedica a comer; su alimentación se compone de hojitas y yemas de eucaliptos.

La distribución del koala depende directamente de la distribución del hábitat adecuado. Es difícil saber cómo era la distribución del koala antes de la llegada de los europeos. No obstante, se sabe que entonces gran parte de la costa este de Australia estaba cubierta por montes de eucaliptos y que éstos debieron proveerles de un amplio hábitat. Aunque el conocimiento actual sobre su comportamiento nos dice que no debieron estar distribuidos uniformemente en toda el área, sin duda la distribución potencial debió haber sido por lejos superior a la de hoy.

Desde entonces se han desmontado enormes áreas de tierra para establecer granjas, pueblos y ciudades, y otras han sido devastadas por sequías, enfermedades e incendios. Se estima que se han destruido cuatro quintos del hábitat original, y hoy en día los koalas están ubicados sobre el hábitat remanente en poblaciones aisladas.

En Australia del Sur, donde fueron cazados hasta la extinción, y en Victoria donde casi se llegó a la misma situación, las autoridades han reubicado animales desde las islas al territorio, para repoblar esas áreas. Su número ha crecido, pero la interferencia del hombre ha causado nuevos problemas tales como sobrepoblación de algunas regiones.

Se le considera como un animal pacífico, que rara vez se encoleriza y que, a lo sumo, profiere un ladrido sordo o un grito estridente cuando está muy hambriento o un enemigo lo provoca; en este último caso, adopta un aspecto bastante amenazador, pero ni siquiera intenta arañar o morder a su oponente.

Se adapta bien a la vida en cautividad, en la que no tarda en encariñarse con el guardián a cuya custodia se halla.

La hembra da a luz una cría por parto, rara vez dos. Cuando el pequeño ha salido del marsupio, lo lleva durante mucho tiempo a la espalda, cuidándolo amorosamente.

De hábitos seminocturnos, durante las horas del día el koala dormita en las copas de los eucaliptos que constituyen su medio habitual.


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EL KOALA

El KOALA (Phascolarctos cinereus) presenta pies de cinco dedos, prensiles en el verdadero sentido de la palabra. En las patas delanteras, los dos dedos internos son oponibles a los otros tres; en las posteriores el pulgar, grande y desprovisto de uña, es también oponible. Los dedos restantes están armados de uñas afiladas, largas y curvas, que le permiten trepar. Por lo que se refiere a la dentadura, destacan los dientes incisivos superiores, bastante desiguales; los caninos, minúsculos, y los molares, llenos de tubérculos.

El singular aspecto de este marsupial se debe, sobre todo, a su gran cabeza, en la que se destacan las orejas, pequeñas, cubiertas de pelos larguísimos y muy divergentes una de otra; los ojos vivos y el hocico, ancho y chato. El pelaje, muy largo y casi rizado, es espeso, pero blando, fino y lanoso al propio tiempo. La cara aparece desnuda a lo largo del tabique nasal y desde el hocico hasta los ojos.

Vive en los árboles más altos, y se mueve con tal lentitud que se le ha dado el nombre de "perezoso australiano". Cuando la carencia de alimento le obliga a bajar al suelo, anda muy despacio, con una parsimonia asombrosa. De hábitos seminocturnos, pasa las horas calurosas del mediodía durmiendo entre las hojas de los eucaliptos que constituyen su medio preferido. Al atardecer se dedica a comer; su alimentación se compone de hojitas y yemas de eucaliptos.

La distribución del koala depende directamente de la distribución del hábitat adecuado. Es difícil saber cómo era la distribución del koala antes de la llegada de los europeos. No obstante, se sabe que entonces gran parte de la costa este de Australia estaba cubierta por montes de eucaliptos y que éstos debieron proveerles de un amplio hábitat. Aunque el conocimiento actual sobre su comportamiento nos dice que no debieron estar distribuidos uniformemente en toda el área, sin duda la distribución potencial debió haber sido por lejos superior a la de hoy.

Desde entonces se han desmontado enormes áreas de tierra para establecer granjas, pueblos y ciudades, y otras han sido devastadas por sequías, enfermedades e incendios. Se estima que se han destruido cuatro quintos del hábitat original, y hoy en día los koalas están ubicados sobre el hábitat remanente en poblaciones aisladas.

En Australia del Sur, donde fueron cazados hasta la extinción, y en Victoria donde casi se llegó a la misma situación, las autoridades han reubicado animales desde las islas al territorio, para repoblar esas áreas. Su número ha crecido, pero la interferencia del hombre ha causado nuevos problemas tales como sobrepoblación de algunas regiones.

Se le considera como un animal pacífico, que rara vez se encoleriza y que, a lo sumo, profiere un ladrido sordo o un grito estridente cuando está muy hambriento o un enemigo lo provoca; en este último caso, adopta un aspecto bastante amenazador, pero ni siquiera intenta arañar o morder a su oponente.

Se adapta bien a la vida en cautividad, en la que no tarda en encariñarse con el guardián a cuya custodia se halla.

La hembra da a luz una cría por parto, rara vez dos. Cuando el pequeño ha salido del marsupio, lo lleva durante mucho tiempo a la espalda, cuidándolo amorosamente.

De hábitos seminocturnos, durante las horas del día el koala dormita en las copas de los eucaliptos que constituyen su medio habitual.


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