jueves, 30 de octubre de 2008

Elefantes: Medida desesperada

Escrito por: Karen E. Lange el 01 de Septiembre de 2008 | 9:37 am
Etiquetas: Ninguna

Los administradores de parques sobrepoblados quizá tengan que recurrir al sacrificio selectivo de elefantes para salvar los ecosistemas.

Elefantes: Medida desesperada, National Geographic
Un veterinario dispara un tranquilizante a la matriarca de un grupo familiar en Mozambique, desde un helicóptero. La elefante portará un collar con radio para rastrearla; esto ayudará a los administradores del parque a encontrar áreas donde grandes concentraciones de elefantes puedan dispersarse.
Foto de Jon Hrusa, EPA/Corbis

Al refrescar la tarde, el helicóptero despegó y los buitres seguían su ruta. El piloto se acercó a los elefantes por atrás, descendiendo sobre sus lomos para permitirle al tirador un disparo directo al cerebro con su rifle semiautomático. Con frecuencia, una bala bastaba. Primero cayó la matriarca –la guía del grupo, depositaria de la sabiduría colectiva–; luego, las hembras más jóvenes, y las crías recibieron un tiro al arremolinarse junto al cuerpo. Mataron a todos los miembros del grupo; ningún sobreviviente habría podido funcionar normalmente tras la pérdida de sus compañeros más cercanos. Inmediatamente después del ataque aéreo, un equipo terrestre llegó para rematar a cualquier elefante que hubiese quedado vivo. Los cadáveres fueron destazados, y su piel, su carne y sus colmillos se retiraron para procesarse en el rastro del Parque Nacional Kruger, en Sudáfrica. Sólo quedaron entrañas y tierra ensangrentada.

Esta escena se repitió una y otra vez entre 1967 y 1995, cuando Sudáfrica prohibió el sacrificio selectivo. Para controlar la población de Kruger, un total de 14 562 elefantes fueron ejecutados. "Era terriblemente traumático –dice Ian Whyte, quien durante mucho tiempo fue el especialista en elefantes del parque y testigo de muchos de estos sacrificios–. Uno tenía que bloquear la mente, so pena de volverse loco".

Ahora, los expertos en elefantes se ven forzados a pensar de nuevo en este método de control. Aunque la caza furtiva amenaza todavía a los elefantes de Kenia y de muchas otras partes, en el sur de África las medidas de conservación han tenido tanto éxito que las poblaciones han crecido notablemente. En los 13 años transcurridos desde la prohibición de los sacrificios en Sudáfrica, el número de elefantes del Parque Nacional Kruger ha aumentado de 8 000 a 13 000. Los elefantes, que consumen 180 kilógramos de alimento al día por cabeza, están transformando el paisaje al arrasar con la vegetación derrumbando o desenraizando árboles para arrancarles la corteza. Junto con los incendios forestales que consumen árboles caídos y árboles jóvenes, estos hambrientos mamíferos ocasionan que algunas partes del parque, antes sabanas, sean ahora pastizales llenos de maleza, proporcionando un hábitat para rumiantes como las cebras, pero destruyendo lugares de anidación para las águilas y otras aves.

Por ello, el Departamento de Asuntos Ambientales y Turismo de Sudáfrica (DEAT, por sus siglas en inglés) organizó la Mesa Redonda en Ciencias del Elefante, en la que participaron 18 reconocidos expertos internacionales, la mayoría sudafricanos, para reflexionar sobre la administración de poblaciones en aumento y la posibilidad de recurrir una vez más a la medida del sacrificio selectivo. Una objeción: esta práctica aumentaría las reservas de marfil, lo que a su vez incrementaría la presión por acabar con la prohibición global de su venta, establecida en 1989. Si se levantara la interdicción, la demanda de marfil se dispararía, al igual que la caza ilegal de elefantes. Otra objeción: se afectarían los procesos naturales. El especialista Iain Douglas-Hamilton comenta: "Prefiero mil veces que las poblaciones mueran de inanición y no mediante un sacrificio". Pero el zoólogo y consultor de International Conservation Services, John Hanks, opina que en algunas ocasiones, y como último recurso, los administradores de los parques se ven obligados a matar a los elefantes para proteger la biodiversidad.

Los expertos acordaron que en Kruger no es inmediatamente necesario recurrir a los sacrificios selectivos; no obstante, en Sudáfrica deben ser permitidos si ninguna otra cosa puede prevenir que los elefantes acaben con el hábitat del que dependen otros animales. Esta es una recomendación enmarcada en la nueva ley de administración de elefantes del país, la cual entró en vigor en mayo y en la que se reconoce que estos animales tienen "una naturaleza sensible, una estructura social altamente organizada y habilidad para comunicarse". Pero la ley permite también el sacrificio selectivo como último recurso.

Esterilizar a las hembras mediante dardos con anticonceptivos es una manera de evitar la matanza aunque el procedimiento puede costar más de 150 dólares por ejemplar y tiene que llevarse a cabo constantemente. "Translocar" (sacar en camión a los paquidermos excedentes de las áreas sobrepobladas) también es costoso, y Sudáfrica ya no cuenta con muchos lugares lo suficientemente extensos para albergar nuevos residentes. Rudi van Aarde, de la Universidad de Pretoria, junto con otros expertos de la mesa redonda, se ha pronunciado a favor de una solución multifactorial: deshacerse de los suministros artificiales de agua que permiten a los elefantes sobrevivir las sequías que mantienen su población a raya y que concentran las manadas en un solo lugar; derribar las cercas de los parques y establecer corredores y megaparques para permitir que los elefantes se dispersen en áreas más extensas, reduciendo la presión estacional y a largo plazo en los hábitats.

Kruger ha derrumbado cercas a lo largo de algunas de sus fronteras, permitiendo a los elefantes migrar hacia el oeste, a reservas privadas, y al este, al Parque Nacional Limpopo de Mozambique, una región más seca donde los animales aún son escasos. Limpopo debería funcionar como válvula de seguridad durante al menos los próximos cinco o 10 años, señala Norman Owen-Smith, de la Universidad de Witwatersrand. Otros hacen notar que los habitantes de Limpopo ya se han quejado de que los elefantes dañan sus cosechas.

La política de fronteras abiertas también reduce la presión en países colindantes con Sudáfrica. Los más de 150 000 elefantes del norte de Botswana –la comunidad más grande de África– entran y salen de Zimbabwe y ocupan las áreas de Angola y Namibia de donde salieron a causa de la guerra y la caza ilegal. La alguna vez elevada tasa de crecimiento de la población de Botswana disminuye: Michael Chase, investigador de Elephants Without Borders (Elefantes Sin Fronteras), organización con sede en Botswana, calcula que la cantidad de estos no aumentará sino hasta dentro de 20 años o más. Sin embargo, los elefantes de Botswana, quizá más de 8 000 en 1960, están concentrados en ciertas áreas, como en una extensión de 19 kilómetros a lo largo del río Chobe donde han destruido casi todos los árboles. Un plan administrativo propuesto recientemente incluye la posibilidad del sacrificio selectivo.

Cuando en Sudáfrica se reinicien los sacrificios, probablemente estos no tendrán lugar en Kruger sino en parques más pequeños, áreas de entre 500 y 1 000 kilómetros cuadrados, con poblaciones o bien muy grandes para ser controladas con esterilización o "translocación" o bien muy compactas y rodeadas de tantos asentamientos humanos que impiden la migración de elefantes. Rob Slotow, de la Universidad de KwaZulu-Natal, piensa que será posible evitar los sacrificios en la mayoría de los casos. No obstante, en el Parque de Elefantes Tembe, que cuenta con una vegetación poco común de selva arenosa, podría ser necesario matar a los machos que causan daños irreparables al hábitat.

Ian Whyte, quien hace poco se retiró de Kruger, dice que lo hace muy feliz no tener ya que participar en lo que considera inevitable: "Los sacrificios tendrán que llevarse a cabo en algún momento. Y creo que no será dentro de mucho".



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